Unidos por la fe, pero separados por la religión
Católicos y protestantes en Irlanda del Norte peleados por décadas
A pesar de lo que el mundo oriental y musulmán pueda creer, no todos los occidentales son cristianos de una misma creencia. De este lado del charco, existen diversas tendencias religiosas que pueden denominarse como cristianas.
Muchos de esos grupos religiosos son considerados sectas, ya sea por el escaso tiempo que tienen de haber sido creadas o por la gran diferencia que poseen sus enseñanzas de la misma Biblia.
Quizá, a los ojos del mundo islamista y budista (por poner grandes ejemplos), la guerra que por años han entablado protestantes y católicos en Irlanda del Norte les suene tan ilógica como hoy a nosotros nos parecen incomprensibles las batallas entre sunitas y chiitas.
El conflicto moderno en el norte de Irlanda comenzó entre 1968-1969 y se ha prolongado así por 30 años. Esa fecha fue simplemente la demostración de más de 400 años de enfrentamientos intermitentes entre católicos y evangélicos.
Para las fechas citadas, una serie de disturbios y desórdenes públicos comenzaron a extenderse durante las manifestaciones de la NICRA (Northern Ireland Civil Rights Association o Asociación por los derechos civiles de Irlanda del Norte).
Esta asociación lanzó en 1967 una campaña pacífica para defender los derechos civiles de la minoría católica, al estilo del Movimiento por los Derechos Civiles de Martin Luther King. La NICRA buscaba la solución de los agravios sufridos por católicos y republicanos en Irlanda del Norte.
Es importante resaltar que el conflicto neurálgico se daba porque una parte de la población norirlandesa apelaba a la anexión al Reino Unido (quienes generalmente eran protestantes), mientras que otro sector de norirlandeses abogaba por la independencia y consolidación de una Irlanda unida (quienes por lo general eran católicos).
Fue gracias a estos enfrentamientos que nació la recordada IRA (Irish Republican Army o Ejército Republicano Irlandés), denotada organización paramilitar cuyo principal objetivo era acabar con la presencia de los británicos en la región y así conseguir la consolidación de una única Irlanda. Junto al grupo armado, se organizó también un partido, el Sinn Féin, que se esforzaría por sacar a los protestantes o unionistas del poder en el norte de la isla.
Fue en la década de los 70 cuando se vio un auge en las actividades de las organizaciones guerrilleras nacionalistas de tendencia católica. Al IRA se le unieron, en la batalla contra el ejército británico, el PIRA y el OIRA.
Para 1972, la campaña terrorista conocida como los "Provisionales" había sido de tal magnitud que habían dado muerte a más de 100 soldados ingleses y herido a más de 500.
Una de las fechas más recordadas de esta horrible campaña fue el Viernes Sangriento, cuando 22 bombas estallaron en el centro de Belfast, las cuales mataron a 9 personas e hirieron a más de 130.
La otra parte, los protestantes, conformaron también sus grupos paramilitares, quienes cometieron masacres y atentados en contra de católicos. Dentro de estas agrupaciones, se destaca el UVF (Ulster Volunteer Force o Fuerza Voluntaria de Ulster).
El evento más tristemente recordado por los católicos fue el Domingo Sangriento, cuando el ejército británico disparó contra una manifestación republicana pacífica y dio muerte a 13 personas.
Fue, de esta forma, que una serie de matanzas por parte de ambos bandos tiñó de sangre las calles de Belfast y los sectores vecinos.
A finales de 1970, el cansancio por la situación del conflicto era visible en ambas comunidades. Producto de una manifestación por este agobio y la búsqueda de nuevas vías por parte de la sociedad civil fue la formación de un grupo conocido como Peace People o Personas de Paz, cuyas integrantes, Betty Williams y Mairead Corrigan, recibieron el Premio Nobel de la Paz en 1976.
Este grupo organizó grandes manifestaciones para pedir el final de la violencia paramilitar. Sin embargo, esta campaña perdió ímpetu cuando apelaron a la comunidad católica que facilitase información sobre militantes del IRA a las fuerzas del orden británicas de tendencia protestante.
Esto causó un enorme descontento en la población republicana, ya que tanto la policía como el ejército eran vistos como fuerzas represoras.
A pesar de que el ejército inglés, en la época, se mostraba al mundo como neutral ante el conflicto, para los republicanos era evidente que éstos eran sus más aguerridos combatientes. Quizá, por estrategia geográfica o por razones militares, Gran Bretaña nunca exteriorizó una postura decidida por abandonar la región.
El relativo éxito económico de Irlanda del Norte, frente a su vecino del sur, se utilizó como argumento para reivindicar la existencia de Irlanda del Norte tal y como estaba. Los católicos, sin embargo, tenían una visión distinta y creían que la marginación, a la que se veían sometidos, era una muestra clara de que Irlanda del Norte era una imposición injusta del Reino Unido en connivencia con los protestantes.
Fue hasta hace algunos meses que, luego de un delicado proceso de paz, gran parte de las fuerzas armadas inglesas se retiraría de la isla.
El primer gran paso en la pacificación de la región se dio el 10 de abril de 1998, día de Viernes Santo, conocido desde entonces como Acuerdo de Belfast. Allí los británicos manifestaron que Irlanda del Norte seguiría perteneciendo al Reino Unido hasta que la mayoría votase lo contrario, lo cual abrió una ventana democrática estrecha, pero significativa.
El documento también estableció el desarrollo de la autonomía norirlandesa, la cual fue suspendida en el 2002 y reinstaurada en 2007, donde el gobierno estaría formado tanto por unionistas como por republicanos.
La recta final del conflicto armado se dio hace poco, cuando Sinn Feinn y las facciones protestantes alcanzaron un acuerdo aparentemente definitivo. Sin embargo y, a pesar de todos los intentos de paz en las calles de Belfast, todavía existe mucho resentimiento por las miles de muertes que tuvieron ambos bandos.
Hoy, grandes muros dividen la ciudad entre barrios protestantes y católicos. En las noches, jóvenes y adolescentes de ambos lados se lanzan botellas y piedras, lo cual evidencia que, lastimosamente, las nuevas generaciones ya están interiorizando el conflicto.
Entre el 90 a 95% de los niños asiste a escuelas divididas y entre el 5 al 10% asiste a escuelas mixtas entre católicos y evangélicos.
El conflicto ha estado marcado por una fuerte división socioeconómica, política y religiosa de los protestantes, quienes históricamente han tenido el poder, contra los católicos.
Los católicos en Irlanda del Norte (que constituyen la clase pobre que, en general, trabaja para los protestantes) cuentan con salarios bajos e inestabilidad laboral, sumado a la discriminación en muchos sentidos.
Uno de los barrios de Belfast más representativos del movimiento protestante es Shanklin Road, donde es común observar murales con manifestaciones en contra de los católicos. Encapuchados que hacían parte de los grupos paramilitares que masacraban católicos, son retratados con frases alusivas al nacionalismo protestante.
Nuestro sur y no nuestro norte
Según las evidencias y la misma historia de la región pareciera que, por el momento, el conflicto está distante de acabar. Todavía faltan muchas heridas por cerrar. Como parte de cualquier proceso de violencia, las víctimas son las que más continúan sufriendo, se toman escasas medidas con el interés de resarcir los daños causados y poco probable que la receta vaya a ser el olvido.
De este conflicto armado, guerrillero, terrorista o como nos convenga decirle, nos toca mucho que aprender. En Costa Rica, el movimiento evangélico está creciendo y el católico goza de un posición milenariamente privilegiada; sin embargo, a ninguna de las partes les toca tomar la ley por sus propias manos.
La tolerancia y el respeto mutuo deben prevalecer. No podemos permitir, por ninguna circunstancia, que palabras ofensivas e ignorantes de una minoría vayan calando nuestra voluntad de diálogo y evangelización.
El caso de Irlanda no debe ser nuestro norte, sino, por el contrario, nuestro sur. Esperamos que los días de cierres arbitrarios de templos no prevalezcan en nuestra tierra, ni que volvamos a la persecución o apedreamiento de cristianos como en el tiempo de los romanos.
A todos nos toca trabajar por un clima de respeto mutuo, de amor y fraternidad, que nos permita trabajar por una misma Costa Rica que, al final, es la que a todos nos vio crecer.