La cruz o la tumba

Maras atrapan a sus integrantes de por vida

  • Pandilleros solo pueden desligarse si se convierten verdaderamente al cristianismo. 

Una luz de esperanza brilla a la lejanía para miles de mareros que hoy no viven pensando en un futuro promisorio, sino en el día en que algún enemigo acabe con sus vidas.

Un amplio reportaje de la National Geographic demostró que la única opción que tienen los pandilleros en El Salvador, para salir con vida de las maras, es convirtiéndose verdaderamente al cristianismo. 

Este documental revela, con testimonios, cómo decenas de jóvenes se ven atrapados en una espiral de violencia de la cual, por sus propios medios, les es imposible salir.

Lo que se ha convertido en una guerra callejera para hondureños, guatemaltecos, nicaragüenses y salvadoreños está atrapando a un enorme porcentaje de los adolescentes centroamericanos, quienes se enfrentan ante este fenómeno con escasas herramientas para sobrevivir. 

Líderes y pastores luchan incansablemente en sus países para contener esta avalancha de pandilleros que se están formando en sus calles.

El Diario de Hoy de El Salvador comenta como la Iglesia Tabernáculo Bautista de Avivamiento “ha emprendido una titánica tarea de rescatar a miles de jóvenes que pertenecen a las maras”, y lo está logrando.

Su pastor Carlos Heriberto Rivas inició un programa de ayuda espiritual para reinsertar en la vida social a muchachos agrupados en la Mara 18, una de las más temidas en el país cuscatleco. 

Según lo informó este diario, en el 2005, un esfuerzo evangelístico de esta congregación llevó a 5 mil miembros de esta pandilla a los pies de Cristo, conjuntamente a la deposición de armas ante las autoridades policiales.

“Desde el 2004, nuestra congregación atiende cerca de 1,200 jóvenes con sus respectivas familias”, aseguró el pastor Rivas. 

El pastor Julio Arenales, quien fuera marero en su adolescencia, tiene otro proyecto juvenil con el fin de acabar con las pandillas. Él se ha encargado de llevar la iglesia a la calle y organiza actividades evangelísticas de todo tipo que atraen a jóvenes de todas las edades.

“Muchachos que eran mareros, muchachos, que antes se dedicaban a asaltar, a golpear y hacer un montón de atrocidades, hoy están teniendo una vida diferente, es así como hemos conseguido tener una Iglesia que ha crecido mucho, todo como resultado del amor que tenemos por alcanzar jóvenes de la calle”, explica el pastor Arenales.

“Por ejemplo, la mara Yes, que era una de las pandillas que primero nosotros tocamos, ya no existe; ¿y por qué no existe?, porque sus miembros están en la iglesia”, testifica el siervo de Dios.

Para don Julio, lo único que su iglesia está haciendo es seguir el modelo de Cristo; según él, ésta es la forma ideal para lograr un cambio drástico en la sociedad salvadoreña.

En Guatemala, la comunidad cristiana Santidad y Poder está rescatando muchachos de las maras Salvatrucha y M 18. La localidad de Palín, en la ciudad de Escuintla, es testigo de la transformación de decenas de jóvenes sin esperanza quienes reciben una mano de amor que se extiende ante ellos. 

Sin embargo, el camino del arrepentimiento no es fácil. “Cuatro presos dicen que, cuando salgamos, nos van a matar a todos”, comentó Álex a la Prensa Libre de Guatemala con tan solo 15 años.

“Me salí de la mara porque no trae nada bueno. Ahora quiero trabajar para tener billete limpio (...). Uno de la M-18 me metió un ‘plomazo’ en la cara, y ahora somos amigos. Fui el primero en reconciliarme con Dios, y ahora en Palín hay paz”, agregó Alex al diario.

Isaac Laboriel, expandilllero hondureño, corrobora lo complejo del arrepentimiento. “Dentro de las maras, cuando alguien dice que se convirtió, los jefes de la pandilla mandan espías para verificar que sea cierto y, si a alguien lo encuentra en malos pasos, lo asesinan”.

“Esto lo hacen porque hay mucha gente que camina con una Biblia en la mano, pero debajo anda una pistola matando y asaltando…, ellos se aseguran de que los que dicen haberse convertido lo hayan hecho verdaderamente”, agrega Laboriel. 

El reportaje de National Geographic también enfatiza en ese punto y revela testimonios de pandilleros que confiesan haber matado en bares y discotecas a quienes se decían cristianos.

 

No basta con la mano dura

Con la enorme ola de violencia que se ha levantado a raíz de las maras, los gobiernos han intentado, de diversas maneras, contener la situación y uno de esos mecanismos ha sido la aplicación de la ley Mano Dura.

Después de varios años de que esta legislación entró en vigencia, las autoridades centroamericanas han tenido que reconocer que sus esfuerzos son insuficientes. Las cárceles, ahora llenas de pandilleros, se han convertido en los nuevos centros de preparación, adiestramiento y organización de las maras.

Actualmente, las pandillas se han apropiado de estos centros, dotándose así de una infraestructura que antes no poseían. Desde allí dentro, ellos mandan a matar y robar casi como si estuvieran libres, por lo que las medidas legales se han vuelto insuficientes.

Es así como ante esta avalancha incontenible, muchos apuntan su mirada hacia las iglesias cristianas, puesto que estos “locos” son los únicos que se atreven a meterse en las barriadas más peligrosas para luchar contra la delincuencia, la agresión y la violencia a punta de paz, respeto y amor.

En las convulsas sociedades centroamericanas, donde los mareros parecen no tener esperanza, hoy vemos a la distancia un rayo de luz incandescente que se acerca cada vez más a ellos, que los abraza y les da la familia que nunca tuvieron.

Y es que, en definitiva, quienes laboran incansablemenete para rescatar a estos jóvenes no los ven como agresores, bandidos, violadores, asesinos o maleantes, sino como aquellos hombres y mujeres con almas de niños que fueron abandonados o violados por sus padres. Los ven como esos jóvenes que, desde niñitos, nadie les enseño cómo sobrevivir; ellos tuvieron que acercarse a una pandilla no por elección, sino porque eran la única familia que les tendió la mano. 

Los ángeles que se esfuerzan por salvar a estos adolescentes de las calles entienden que hay tantos pandilleros como padres irresponsables, como puertas cerradas y como corazones duros que, viendo la necesidad al lado de su casa, no supieron atenderla tal cómo Jesús lo ordenó.  

Sabemos que líderes pandilleros están intentando penetrar dentro de nuestras fronteras; sin embargo, que su sistema retrógrado cale en los corazones de nuestros jóvenes depende de nuestra sociedad y de las familias, depende de que les demos a esos jóvenes oportunidades para redimirse y enmendarse y sean mejores que cualquier mara.     

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