El calvario esta vez queda en Francia
Los hugonotes todavía no han muerto
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Durante la Reforma los protestantes galos tuvieron que soportar toda clase de abusos por parte de la Iglesia Católica y sus gobernantes.
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Persecución, muerte, predicación clandestina y reyes destronados son parte de una de las más increíbles novelas del cristianismo.
La historia de los cristianos en el mundo siempre ha estado marcada por la persecución y la burla, y en Francia no ha sido la excepción. Allí durante el siglo XVI se levantó un movimiento reformador muy poderoso, que atentó contra una de las fuerzas más importantes que en ese momento Europa conocía: la iglesia católica. De muchas maneras se intentó aplacarlo, sin embargo, su legado sigue con vida hasta hoy.
En Europa cada país vivió esta etapa de una forma distinta, algunos como Alemania, Holanda, Inglaterra y Suiza abrazaron la nueva revelación y dieron espacio para el surgimiento de lo que se llegó a llamar protestantismo.
Por otra parte, naciones como España y Francia rechazaron vehementemente el crecimiento de la reforma cristiana emergente. En el caso específico del país galo existió una persecución muy particular por parte de la nobleza. Una ola de odio, muerte y violencia cubrió Francia por casi 30 años, que vendría a conocerse como “La Guerra de las Religiones”, cuyo episodio más triste tuvo lugar con la matanza de la noche de San Bartolomé.
Los franceses, a raíz de su rechazo generalizado a la Reforma, catalogaron de manera despectiva este movimiento y por lo tanto también a los creyentes. Documentos oficiales denominaron esta fe simplemente como "pretendida religión reformada".
Por otro lado, a los cristianos protestantes se les dio un nombre muy particular: hugonotes. Existen varias teorías respecto a ello, sin embargo, la más popular es la del humanista y filólogo francés, Henri Estienne, quien vivió durante aquella época. Él realta en sus libros cómo a los protestantes franceses se les vinculó con el culto a un espíritu de la ciudad de Tours. A causa de la ignorancia de aquel tiempo los ciudadanos no entendían por qué este grupo de personas se reunían de noche (cosa novedosa en ese momento) en un local muy cerca de la puerta del Rey Hugo, a quien los franceses, por cierto, tenían como un fantasma.
Las explicaciones de Estienne revelan, que el nombre surgió gracias a la predicación de un fraile católico, quien hizo alusión a que los protestantes debían de llamarse hugonotes, puesto que le rendían adoración al Rey Hugo. El podo se popularizó a partir de 1560 y es por ello que frecuentemente se usa el nombre de hugonotes para identificar a los protestantes franceses.
Estallido de la Reforma
Documentos históricos señalan que el nacimiento oficial de este movimiento revolucionario vino con la publicación de la obra “Sancti Pauli Epistolae XIV ex Vulgat: adiecta intelligentia ex Graeco, cum commentariis”, en 1512 por parte de Jacobus Faber, donde se enseñaba claramente la doctrina de la justificación únicamente por la fe. De allí en adelante surgieron una serie de héroes, quienes se atrevieron a predicar esta creencia sin temor a la persecución.
Dentro de ese grupo de intrépidos personajes estuvo Juan Calvino, cuya historia por si sola se merece la redacción de un libro, pero en este caso vale la pena mencionar que a causa de su tenaz predicación tuvo que huir de su patria para radicar en Suiza, donde continúo enseñando e influenciando significativamente a todo el Viejo Continente, pero en especial a Francia.
Antes de que Calvino apareciera en escena, muchos cristianos franceses habían estado participando indistintamente de los dos cultos (católico y protestante), algunos viviendo su fe en la clandestinidad por temor al rechazo.
Si bien habían comenzado a reunirse insipientes comunidades de cristianos, estas no tenían una jerarquía clara y la ausencia de lazos entre sí las hacía carentes de organización. Dicha situación preocupó a Calvino, quien de manera visionaría entendió que las características de la Reforma y su rápida popularización entre el pueblo europeo iba a requerir de las iglesias una mejor organización.
A partir de 1555 en la distancia del exilio Calvino asume el liderato de las congregaciones reformadas del reino francés. Se calcula que en 6 años logró organizar y constituir 670 templos en toda Francia.
Tanta fue la influencia de este increíble hombre sobre la iglesia cristiana en su país, que para 1559 propició una histórica reunión denominada: Sínodo de París, donde estuvieron congregados algunos de los líderes más importantes de la Reforma en Francia como Francisco Morel, además de varios diputados de diversas ciudades como París y Orleans.
Para ese momento el nuevo movimiento había ganado la atención de toda la nación gala, situación que generó envidia entre los que ostentaban el poder, quienes eventualmente también se convirtieron en acérrimos enemigos de la Reforma. Entre ellos la Casa de Guisa, una familia de la nobleza francesa, que se caracterizó por su intolerancia hacia los protestantes.
En el mencionado Sínodo de París se redactó una declaratoria doctrinal en la búsqueda de la oficialización de sus creencias ante el rey Francisco II. Dentro de dicho documento se plantearon 40 principios fundamentales, algunos controversiales para el catolicismo como: la redención gratuita de Jesucristo, la participación en esta gracia por la fe que da el Espíritu Santo y que la Biblia debía ser considera la única regla de toda verdad.
Tal atrevimiento fue insoportable para la Casa de Guisa, quienes desataron una respuesta política represiva en contra de esos conceptos y sus promotores. De ahí en adelante se inició una persecución contra las familias cristianas, la cual se prolongó por más de 30 años. Los historiadores denominaron a este periodo como Las Guerras de las Religiones (se distinguen al menos 8 enfrentamientos), donde los periodos de paz momentánea se intercalaban con los de violencia.
El más célebre de los hugonotes
Uno de los hugonotes más importantes fue Enrique de Navarra, heredero al trono de Francia. Si bien fue bautizado como católico su educación le cambió la vida. Su madre, Juan de Albert Reina de Navarra, lo formó en el protestantismo.
Como parte de la persecución creada por la casa de Guiza en contra de los hugonotes, Enrique nunca gozo del beneplácito de gran parte de la nobleza y le tocó vivir constantes periodos de guerra entre ambos bandos. Fue al final de la Tercera Guerra de la Religión, que su figura tuvo mayor preponderancia.
Dicho enfrentamiento terminó con la firma de la Paz de Saint-Germain. Como parte de ese plan se pretendía arreglar el matrimonio entre los herederos de ambos bandos. En el caso de los hugonotes estaba Enrique y del lado católico Margarita de Valois, hermana del entonces Rey Carlos IX.
El matrimonio se realizó en contra del deseo de ambos, sin embargo, no fueron los únicos descontentos con el asunto. El Papa por su parte no autorizó la boda y el pueblo francés masivamente lo repudió.
Todo esto provocó un explosión social en todo París causando la huida del gobernador, y el asesinato de Gaspar de Coligny (noble francés que lideró el mando protestante). Los extremistas católicos apoyados por el propio Rey Carlos IX rompieron los acuerdos de paz para perseguir a los hugonotes presentes en gran cantidad en la capital a causa de la celebración de la boda. Algunos argumentan que quizá todo, hasta las mismas nupcias, fueron parte de una trama contra de los protestantes.
Los anales de la historia registran, que la persecución fue propiciada por el propio monarca. En un mensaje a uno de sus vasallos queda evidente.
“Allí donde veáis que algunos se mueven, aunque sólo sea para socorrer y ayudar a los de la nueva religión, les impediréis moverse por todos los medios posibles, y si juzgáis que son recalcitrantes, los hacéis pedazos y los descuartizáis; porque en cuanto más muertos, menos enemigos”, sentenció Carlos IX con ira.
Ante tales palabras del propio rey, solo podía esperarse una masacre brutal y así se dio. Posteriormente al triste suceso se le dio el nombre de la Matanza de San Bartolomé. Se calcula que al menos 30.000 hugonotes fueron asesinados. Se relata que ese lamentable día los nobles protestantes fueron sacados del Palacio del Louvre y masacrados en las calles. Entre las víctimas se cuentan ilustres personajes de la época como el filósofo Ramus y el músico Goudimel.
Por su parte Enrique para salvar su vida se vio forzado a convertirse al catolicismo y a seguir en la corte bajo una estricta vigilancia de sus actitudes religiosas. Sin embargo, a finales de ese año escapó de la corte para luego retractarse de su conversión al catolicismo y confirmar que nunca había abandonado su fe protestante. Fue entonces que se le proclamó “protector” de todos los reformados de Francia.
Ascensión al torno
Años después, una serie de muertes dentro de la nobleza francesa dejó en 1584 a Enrique como el legítimo heredero al trono franco, sin embargo, era reconocido únicamente por los hugonotes. Tres importante figuras de la época no lo aceptaban como rey: el Papa, la Liga Católica (partido político francés de la época) y el Rey Felipe II de España, su razón: ser protestante.
Fue entonces que la Liga y el monarca español se las ingeniaron conjuntamente para obligar a Enrique a confinarse en el sur del país sin los derechos reales comunes.
Es entonces, que el destino da otro giro inesperado. Mientras Enrique huye para tratar de agrupar a la resistencia, que estaba de su lado el bando contrario empieza a tener problemas internos.
A causa de la intervención española en los asuntos internos (Francia y España históricamente se han visto enfrentados en distintas batallas), la Liga católica se divide en dos grupos (a favor y en contra de la intervención ibérica), lo cual en última instancia facilitó el regreso de Enrique al trono de manera oficial.
Enrique IV fue coronado Rey de Francia en la Catedral de Chartres en 1594, no obstante tuvo que sostener combates hasta 1598 para acabar con lo que quedaba de la Liga Católica y repeler los ataques españoles.
Ese año firma la paz con España, en la cual Felipe II renuncia a intervenir en los asuntos franceses y reconoce la legitimidad del monarca.
Por otro parte, la esperada reacción a favor de los protestantes por parte de Enrique se evidenció con el Edicto de Nantes, donde se expresó una política de reconciliación basada en la renuncia a toda revancha por parte de cualquier bando. Con ello Enrique puso fin a las Guerras de la Religión, que asolaban el país desde mediados del siglo XVI. Además, consolidó la corona convirtiéndose en uno de los gobernantes más populares de la época a raíz de su amor hacia el pueblo. Tanta fue su fama, que se le llegó a conocer como Enrique “el Grande” o “el buen Rey”.
De igual manera que fue amado por su pueblo, también fue odiado y murió asesinado tras varios atentados en las calles de París en 1610.
Cuatro años después de su muerte se erigió una estatua en su honor; que luego de la Revolución Francesa fue la primera en ser reconstruida. Sin duda la historia de los hugonotes enseña que la Reforma fue algo más que simplemente una revelación nueva, fue un suceso histórico que cambió la vida del cristianismo para siempre.