Carta a un homosexual
Señores y señoras homosexuales, lesbianas, trans-género, travestis, etc., etc.:
Les escribo esta carta para comentarles varias cosas, que en el personal considero importantes. Para comenzar quiero confesarles que al igual que ustedes yo también he sido discriminado casi toda mi vida, la única gran diferencia es que yo lo he sido por causa de ser cristiano.
Les cuento que desde mi infancia he tenido que soportar comentarios burlistas como: "pandereta", "fanático", "santurrón", “aleluya”, “atalaya” entre muchos otros adjetivos que intentan ser hirientes. De igual forma como ustedes han sido objeto de oprobio, yo también lo he sido.
En carne propia he tenido que soportar a los medios de comunicación de cualquier especie hacer guasa descarada de nuestras creencias. Algunos llegan al punto de llamarnos bichos raros solo porque hablamos de virginidad hasta el matrimonio, santidad, honestidad y amor al prójimo. Sufrimos constantemente al ver cómo somos útiles para los emporios comunicativos solo para ser parte de su circo, pero no para dar a conocer la multitud de orfanatos, asilos, centros de rehabilitación para adictos y ayudas sociales que brindan las iglesias cristianas a la sociedad.
Tengo muy viva en mi memoria la forma en la que nos apedreaban el templo regularmente los vecinos. Tengan por seguro que al igual como ustedes recibían ingratitudes de las personas, nosotros por nuestra parte también las soportábamos. Lo anterior se los digo sin tomar en cuenta las decenas de congregaciones de otros hermanos que vi cerradas, porque el Ministerio de Salud se le antojaba o les demandaba condiciones que ni las iglesias romanas cumplían.
También me gustaría que supieran que me tocó crecer en un colegio cristiano, donde los fundadores nos recordaban que aquel centro educativo debió abrirse para que los hijos de los creyentes pudieran sobrevivir al injustificado maltrato de compañeros y educadores en los centros públicos. Así como a ustedes les ha tocado agruparse para evitar el maltrato, los cristianos también lo hemos tenido que hacer a nuestra forma. Les digo sinceramente que gracias a Dios a mí no me tocó vivir las experiencias que sufrieron esos primeros alumnos que ingresaron a mediados del siglo pasado a esa institución. Muy probablemente no hubiera soportado eso que hoy llaman “bulliyng”, que según mis conclusiones le llamarían: acoso religioso o algo por el estilo.
Les comento que para añadir un agravante a mi situación soy de una familia cristiana de 4 generaciones, donde mis padres son pastores. Recuerdo vívidamente cómo en ciertos lugares me daba vergüenza decir a lo que se dedicaban para evitar el típico comentario de que eran ladrones o vagabundos, cosas que por cierto les aseguro no son ninguno de los dos. Me imagino que ustedes sienten lo mismo cuando “salen del closet”, ya que la sociedad me hacía sentir que ser hijo de pastores era como tener un defecto o alguna cosa peor.
Por la condición de mi familia en las remembranzas hogareñas recuerdo que mis tíos contaban cómo en su juventud e infancia fueron víctimas de persecuciones y agresiones de todo tipo. Estas iban desde ollas con agua caliente, que les eran lazadas hasta insultos en Semana Santa por no participar de las procesiones.
Sí señores homosexuales, lesbianas, transgénero, travistes, etc. etc. me siento totalmente identificado con la discriminación que han vivido por mucho tiempo, porque desde que tengo uso de razón he sido víctima de un sistema y una cultura que me discrimina por mi fe.
Durante los días pasados, les confieso, he analizado cuidadosamente el comportamiento que sus agrupaciones han tenido en un tema que les resulta sensible, como lo es considerar que su comportamiento sexual no es natural, sino contrario aún hasta para la salud de su propio cuerpo. A raíz de sus reacciones he notado cómo los distintos organismos que les respaldan han montado una verdadera campaña a su favor en detrimento de cualquiera que no secunde su posición. Han creado una verdadera avalancha de ataques y según lo indicó el Dr. Irala hasta de amenazas. Su afán de libertad los ha llevó al punto impedir que el galeno español se sintiera libre de compartir sus ideas en territorio costarricense, lo cual probablemente para ustedes sea un éxito, pero dudo que lo sea para los derechos humanos, que ustedes tan recurrentemente alegan merecer.
Al contemplar su tenacidad les admiro sinceramente, a veces siento que no se rendirán nunca. Buscan las mil maneras de torcerles el brazo a los legisladores, a la ley y aun a la sociedad costarricense. Eso de alguna manera es de valorar, sin embargo, para mí esto es una mala noticia. Con su actitud y lo que han conseguido me siento discriminado una vez más.
La razón es muy simple, mis creencias me obligan a servir a los demás, aun a costa de mi propia vida. Ese servicio me obliga a muchas cosas entre las que está enseñarle a quien pueda el camino correcto en base al Manual de Vida por excelencia. Eso por su puesto incluye mi familia, pero debido a que ustedes consideran que son discriminados ahora pretenden decirles a mis futuros hijos que su condición homosexual, lésbica, trans-género o travesti, etc. etc. es natural mediante “las guías sexuales” del Ministerio de Educación Pública, cuando la misma ciencia y por su puesto mi fe me demuestran que no es así.
No me cabe duda que gracias a su fortaleza en unos años, igual que en Suecia, pretenderán que nuestros ministros no puedan predicar lo que dice la Biblia con respecto de sus prácticas sexuales. Con el impulso que han logrado pronto convertirán en ley el castigo para cualquiera que no les acepte “tal como son” y por su puesto los primeros en la fila del calabozo seremos los cristianos nuevamente. Nosotros como muchas veces se lo hemos dicho les amamos profundamente, pero no a sus comportamientos sexuales.
Debido a esa misma puja en la que han entrado sabemos que pronto desearan adoptar niños, luego de lograr una figura legal que les cobije sus uniones buscarán dar ese paso. Por mi parte les pido entiendan que para un cristiano es inaceptable validar algo semejante y menos cuando ni la naturaleza misma se los ha permitido. Quizá para ustedes comprender la voluntad de Dios les sea indigerible, pero les pido comprendan que ante sus demandas nosotros no podemos transigir. Desde la perspectiva de cualquier persona racional el concepto de familia está dedicado exclusivamente al organismo que promueve la vida, no la simple satisfacción sexual como es su caso. No nos pidan que llamemos a lo que no es y nunca será.
Por último y para terminar mi misiva le digo que me siento discriminado cuando ustedes pretenden impedirme que les ayude a otras personas con su mismo comportamiento sexual a revertir esa situación. Yo creo firmemente en que solo hay dos sexos y aun la medicina me respalda, por lo tanto, mi afán como cristiano es que toda aquella persona que estando confundida pueda encontrar la Verdad. Yo sinceramente creo poder ayudarles a todos aquellos que declarándose homosexuales, lesbianas, trans-géneros, travestis, etc. etc. no se sienten cómodos ni satisfechos con lo que hacen. No me impidan ayudarles a todas esas personas por favor. Entiendan que aunque algunos de ustedes les insistan para que “se acepten así”, ellos jamás lo harán porque no es solo un asunto de presión social, es que sus cuerpos no fueron creados para tal cosa.
Les ruego sean conscientes de que ustedes han llegado a un punto donde han otros también han estado. Pasaron de ser una minoría marginada, como lo fuimos nosotros en algún momento para convertirse en agrupaciones beligerantes y hasta agresoras de los derechos de los demás. Hoy muchos piensan que las garantías legales que ustedes defienden deben estar por encima de las del resto. Lamentablemente señores homosexuales, lesbianas, trans-género, travestis, etc. etc. ustedes ya dejaron de ser las víctimas para convertirse en los victimarios.
*Carta tomada del espacio electrónico de uno de nuestros directores.