¿Chuchinguismo?… no gracias

El recientemente célebre “chuchinguismo” político se ha convertido gracias a la difusión cibernética en una oda a la burla de la clase política costarricense hacia la población nacional. Discursos burdos, sin sentido y carentes de relevancia son el pan diario de los medios de comunicación para el país, que por momentos asusta al saber en manos de quién está el Estado.

En medio de un clima adverso para el gobierno, donde el oficialismo pretende aumentar los impuestos de forma abusiva y arbitraria sin hacer compromisos serios en reducción de gastos apareció el “chuchingismo”. Como arma de corsarios, el nuevo término pareciera ser el mejor invento de la bancada verdiblanca para sortear los obstáculos, que los sectores productivos y la sociedad en general le han puesto al paquete tributario PAC-PLN.

El “chuchinguismo”, tal como le denomino el ilustre señor diputado liberacionista, Fabio Molina, no es la ideología política que persigue al gobierno y menos aún a la presidenta Laura Chinchilla. Tampoco es una corriente de pensamiento filosófico de oposición, que se ensaña contra el buen nombre de los ilustres padres de la patria.

Eso que él congresista catalogó de una manera tan popular y casi irrepetible es la interminable costumbre de los servidores públicos por buscar culpables en cualquier otra parte, que no sean ellos mismos, aunque en ocasiones resulte tan ridículo como intentar pronunciar: “chuchinga“.    

El verdadero significado del “chuchinguismo” político es una especie de arrebato incesante por eximirse de culpa (siempre presente en el sector gobernante de la nación). En esta práctica el común denominar es “trinarle la pelota a otro”, señalarlo y exigirle cuentas a tal punto que no parezca que ambas partes están dentro del mismo barco y sostienen el mismo timón. No puede faltar el descrédito de los argumentos, minimizándolos a tal grado que el culpable termine siendo la víctima. 

En palabras concretas, el “chuchinguismo” refleja que ante la ausencia de respuestas inteligentes por parte del sector gobernante hacia la población civil el único posible culpable de ello es el “chuchinguismo“.

A pesar de que esta práctica no es nada nueva en la arena política nacional el diputado Molina fue el primero en proferir su verdadero nombre. Para su eterno escarnio el congresista fue el primero en relevar lo que había debajo de la alfombra cuando los políticos trataban de ocultar sus sendos errores o grotescos abusos, el “chuchinguismo“.

Dando la sensación por momentos de no estar completamente conciente y poniendo en serias dudas su estado químico, el diputado Molina profirió el nombre del verdadero culpable que han usado muchos de sus predecesores. Ellos a diferencia de Molina astutamente no han descubierto tan abiertamente su nombre, han empleado otros términos como: crisis económica, diputado “x” o “y”, déficit fiscal, sindicalista “tal” o partidos de oposición entre muchos otros.

Sin duda el señor Molina quedará inmortalizado por los anales de la Asamblea Legislativa por haber tenido la gallardía y la destacable inteligencia de haber revelado un secreto a voces que nadie se atrevía a manifestar públicamente: “CHU - CHIN - GA” anda suelto en Costa Rica. 

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