Cultura de autodestrucción

Actos insólitos de flagelación se volvieron moda para la juventud

Con la llegada de los años 2000 también arribó a la juventud una especie de cultura de autodestrucción insólita, jamás vista. Comportamientos que solo una persona desquiciada haría son realizados por muchachos de todas las edades, especialmente varones, que encuentran divertido sentir dolor o ver que otros se lastiman.

Una costumbre que promovió Johnny Knoxville con su programa Jackass a finales de los 90 ha encontrado asidero entre los adolescentes actuales, quienes conscientemente se queman, laceran o cortan para deleitar a su improvisado público. Si bien, dicho programa motiva expresamente a los televidentes a no imitar las “estupideces” (como ellos mismos las llaman) que ven, se ha vuelto imposible detenerlos.

Sonados casos de incendios incontrolables, accidentes provocados u otras situaciones insólitas se han vuelto cada vez más frecuentes en Estados Unidos, cuna de esta tendencia.

Tanto revuelo ha causado este programa que sus productores han decidido lanzar una película para sus fanáticos. 

Con el éxito comercial de Jackass han venido detrás una serie de copias o imitaciones de su predecesor con diversas variantes. Por ejemplo, el programa Wild Boyz, que retrata las “aventuras” de dos jóvenes que interactúan con animales salvajes con el fin de que estos les hagan daño.

Uno de sus protagonistas, Steve-O ha surgido como otra de las figuras preponderantes de esta tendencia. Para su propio perjuicio (o beneficio según él) Steve-O es reconocido por andar permanentemente borracho y desnudo con el fin de ridiculizarse así mismo. Ya las cámaras lo han captado orinando en las alfombras rojas de los desfiles hollybudenses, frente a miles de personas, que atónitas contemplan sus desquiciantes actitudes. Una de las particularidades por la cual fue seleccionado para participar en estos programas era que su anterior labor consistía en actuar para películas pornográficas sadomasoquistas, donde también ponía en riesgo su físico.  

Juego sin reglas

En ocasiones algunos de los participantes usan vehículos para lastimarse. Por ejemplo patinetas, barcos, bicicletas o automóviles, en otros casos usan también herramientas, que van desde tubos metálicos hasta martillos y clavos. Dentro de estos seudo-espectáculos no existen reglas establecidas, ni categorías la única premisa que debe cumplirse es poner en riesgo la salud personal.

No se necesita ningún tipo de experiencia para participar del “show”, por lo cual es muy fácil ver graves accidentes provocados.  

Una de las reglamentaciones que tiene esta práctica, de la cual nadie se expresa, pero de la cual todos son consientes se refiere a que el daño auto infringido debe provocar la risa  de los espectadores. Por más que corra la sangre, haya desmembramiento o aún inconsciencia la gente debe reírse.

Los sicólogos aseveran que quienes acuden a estas prácticas son personas con tremendas carencias de atención y afecto, ya que por unos cuantos segundos de miradas son capaces de actuar incoherentemente.

En ocasiones los programas también muestran como sus participantes irrespetan a sus padres haciéndoles bromas pesadas o aún atentando contra su integridad. Esto es otro factor que preocupa a los especialistas, quienes aseguran que mediante estas grabaciones solamente se está promoviendo falsos valores familiares, donde los muchachos se acostumbran a irrespetar a sus progenitores.

Es lamentable observar como estos programas televisivos se limitan a cumplir con la ley, agregando textos de advertencia al final y principio de los mismos. Conscientemente eluden la responsabilidad social del daño tan grave que le están causando a las generaciones nuevas. Los productores y conductores se dan cuenta cómo miles de jóvenes están siguiendo su ejemplo, poniendo en riesgo sus vidas sin que esto les importe en lo absoluto.

Si bien estos programas no son los únicos responsables de lo que sucede en los hogares, que no preparan a sus hijos para rechazar este tipo de programación, ellos adrede sí se están aprovechando del caldo de cultivo que significan los hogares disfuncionales o donde los padres no velan realmente por el bienestar de sus muchachos.

Igual como ocurre con otros movimientos norteamericanos, esta cultura de la autodestrucción se hace cada vez más frecuente entre los jóvenes de América Latina, cocientes o no del peligro han empezado a imitar muchos de los actos que ven por televisión poniendo en riesgo su integridad.  

Quienes se preocupan por esta población, deberían enfocar sus esfuerzos para desarrollar mecanismos en los muchachos, que les permitan identificar estas prácticas como negativas y así lograr que no intenten copiarlas.

Uno de los mayores conflictos para quienes ven y practican estos actos es que no son capaces de discernir donde termina el juego y dónde empieza el peligro. Por más que sean jóvenes es incomprensible apoyar estas acciones o métodos de entretenimiento, que si bien pueden ser interpretadas como una diversión, puede resultar convirtiéndose en una fatalidad.  

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 1 Corintios 6:19.  

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