Aunque tarde se cumplirá

Uno de los versos más hermosos y alentadores que registra la Palabra referente a los sueños y visiones está en el libro del profeta Habacuc. Según relatan las Escrituras, en el primer capítulo el siervo de Dios clamaba vehementemente delante del Eterno por una solución sobre las tribulaciones que atravesaba Israel. El pueblo vivía lejos de la justicia y las enseñanzas de Moisés. Las ciudades de la nación se habían convertido en guarida de ladrones, violadores y corruptos. Los hebreos le habían dado la espalda al Señor y las consecuencias de ello estaban afectando aún a la gente justa. Es entonces que el profeta reclama la intervención divina, pide a Jehová que acuda en su auxilio favoreciendo a las personas rectas.

Luego de una larga disertación Habacuc hizo un alto, detuvo su lengua y entendió que debía aguardar una respuesta, no una que viniera de su corazón, sino una que fuera dada por la boca de Dios. Es entonces que en el segundo capítulo el vidente nos traslada una increíble revelación:

“En mi puesto de guardia estaré, sobre la fortaleza afirmaré el pie. Velaré para ver lo que se me dirá y qué he de responder tocante a mi queja”. Habacuc 2:1   

Resulta impresionante la certeza de este varón, él estaba absolutamente convencido que tendría una contestación, por lo tanto, debía estar atento a ella. Para el profeta no solo era un asunto de aguardar, además sabía que necesitaba esperar en el puesto de vigilancia como atalaya de la ciudad. ¡Impresionante! ¿Cuántas veces nos encontramos a nosotros mismos esperando una respuesta de Dios, pero sin estar en la posición correcta? Habacuc no se dio media vuelta y buscó su cama para esperar los argumentos del cielo frente a su demanda. Él se ubicó primero en el sitio correcto (puesto de guardia), luego se afirmó (sobre la fortaleza) en él, posteriormente empezó a sensibilizar su espíritu (velar para...) bajo la convicción de que su reclamo sería respondido, y por último, comenzó un diálogo interno (qué he de responder…) sobre los posibles argumentos que presentaría frente a lo que Dios le iba a decir. Lo expuesto por Habacuc no es simplemente una frase, es una cátedra profética.

Todo lo dicho se compagina perfectamente con lo mencionado por Job cuando señala que: “De una o dos maneras habla Dios, pero el hombre no le entiende”. ¡Claro que no entendemos! La razón está en la postura que adoptamos cuando él nos está hablando. Aunque muchos tienen la convicción plena de que el Señor responderá, sus actitudes no lo reflejan, pero aun peor, su espíritu no está listo para escuchar las palabras que le serán expuestas. Si bien toda pregunta merece una respuesta (Lucas 11:9-13), eso no significa que vamos a estar preparados para recibirla. Es como cuando un niño le pregunta a sus padres por la forma en la que los bebés vienen al mundo. Dependiendo de la edad de la criatura, los papás tendrán que analizar muy bien lo que le van a decir, porque como progenitores son los principales responsables de educar a su hijo en esa área, sin embargo, no de una forma que pervierta su mente infantil. Resulta entonces vital que al solicitar una respuesta de Dios, simultáneamente dispongamos nuestro espíritu para argumentos y formas en las que el Señor nos hablará.

“Entonces Jehovah me respondió diciendo: Escribe la visión y grábala claramente en tablas, para que corra el que las lea”. Habacuc 2:2 (VRV 1989) 

 Después de ubicarse en la posición de atalaya, Dios respondió anticipándose a lo que todo vidente debe hacer. Él le ordenó primero al profeta que documentara cada detalle de lo que observara, le exigió que se concentrara en la revelación, no en su interpretación. El Espíritu mejor que nadie sabe de las limitaciones del ser humano, por ello le hizo saber cuán importante era que la experiencia pudiera ser retransmitida no necesariamente entendida en ese instante. Y ojo, no solo era un asunto de escribir la visión, Habacuc debía lograr que la profecía fuera preservada para las futuras generaciones. El Todopoderoso a través de aquella experiencia le estaba dando un poderoso depósito de unción, el cual provocaría que aunque transcurriera el tiempo, aquel que fuera expuesto a la lectura de esa revelación sería catapultado por Dios hacia Su propósito. Sin duda el Padre celestial estaba intentando inyectarle convicción al profeta a través de la visión, pero al mismo tiempo le estaba advirtiendo que la Palabra no solo sería para sus temporadas, sino también para muchas otras que vendrían después de su tiempo en la tierra. 

Porque la visión es para su tiempo dispuesto; habla sobre el fin, y no miente. Puede tomar un tiempo, pero espera por ella, ciertamente vendrá, no se demorará. Habacuc 2:3 (Versión Kadosh)

De forma deliberada, aun antes de mostrar la visión, el Señor busca crear expectativa en el corazón de Habacuc. Le da garantía de que todo lo que le va a ser mostrado se volverá realidad algún día. No le da fecha ni hora, pero Jehová pone Su sello real sobre la visión para su cumplimiento futuro. Le alienta a que mantenga la fe, a que se nutra de la misma revelación que recibirá para que aun en los momentos de prueba y dificultad pueda salir airoso. ¡Increíble!

“Aquel cuya alma no es recta se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá”. Habacuc 2:4

Literalmente el Señor señala Su revelación como el alimento del cual debemos nutrirnos los que le amamos y confiamos en Él. Sin duda hoy las Escrituras cumplen ese papel, pero paralelo a ellas corre esa revelación personal que cada uno recibe, como palabra rhema, la cual puede ser impartida mediante profecía, visiones, sueños o tantas otras formas maravillosas. Dios nos está enseñando una de las principales razones por las cuales Él desata sobre sus hijos esta clase de experiencias, ya que crean expectativa de fe sobre el futuro prometido. Ayudan a que nos enfoquemos más allá de lo que enfrentamos en la actualidad y nos posiciona en lo que está por venir. Dejamos de caminar aferrados a lo humano, a nuestras posibilidades naturales, a los números terrenales y empezamos a depositar nuestra confianza en lo que Él nos ha dicho. Mediante esa misma vía es que Habacuc es introducido al anunciarle el Señor que: 

“¡Ay del que edifica con sangre la ciudad y del que la funda sobre la maldad! ¿No viene esto de Jehová de los ejércitos? Los pueblos, pues, trabajarán para el fuego, y las naciones se fatigarán en vano. Porque la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”. Habacuc 2:12-14

Aquellas palabras fueron como un bálsamo sanador para el profeta, quien había estado angustiado clamando por un cambio en la condición de su nación. Él estaba completamente enfocado en el presente. Al ver las injusticias y las atrocidades que debían atravesar los israelitas diariamente, Habacuc se había puesto en la brecha para interceder por los suyos ante lo que Jehová le anunció que aquellos impíos tendrían su paga, pero también le profetizaba que un día Su Gloria colmaría la tierra. No puedo ni imaginar la enorme satisfacción que aquella revelación produjo en el vidente. Debe haber sido como el derramar de un balde con agua fría en medio de una travesía por el desierto. Esas palabras le volvieron a dar pulsaciones a un cuerpo que sentía desfallecer en medio de la prueba.

“¡Jehová, he oído tu palabra, y temí! ¡Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia! Habacuc 3:2

Fue tan extraordinaria la convicción que entró en el corazón del profeta sobre lo que sucedería que cambió por completo su forma de orar. Durante los primeros versos del libro había estado pidiendo juicio para los malos, pero al darse cuenta todo lo que vendría sobre ellos cambió su perspectiva y empezó a clamar al cielo por misericordia. Un ejemplo increíble de la transformación que experimenta una persona luego de haber sido expuesta al conocimiento de Dios. ¡Extraordinario! Habacuc había llegado con una solicitud de desahucio para los malos y había terminado compadeciéndose de ellos. Probablemente la próxima vez que salió de su casa y los volvió a ver a la cara, ya no había odio ni rencor en su contra, porque sabía cuál era su destino, ahora había empezado a amarlos y a buscar la forma de salvarlos.    

Esa metamorfosis sin igual, que vivió el vidente, es la misma que cada creyente experimentará a partir del momento en el cual la Palabra del Altísimo le sea revelada personalmente. Los sueños junto a las visiones son uno de esos canales bíblicos que el Todopoderoso empleará para conmover nuestro espíritu, sacarnos de nuestra condición y llevarnos hacia el desarrollo pleno de nuestro potencial. Permita de hoy en más que el Espíritu Santo le visite, no importa cómo, solo déjelo actuar. Él se encargará de encausar los diseños que usted reciba. Nunca llega a perder de vista que los planes que el cielo tiene para su vida son mucho mayores que alguna vez llegará a imaginar. Jamás podremos estar a la altura de lo que el Señor podrá desarrollar en nosotros a través de Sus palabras. Tenga siempre muy presente que cada vez que Dios desata sus pensamientos sobre la tierra jamás esa acción quedará sin cumplimiento. Casa cosa que usted reciba del Señor, tarde o temprano se cumplirá.

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envié”. Isaías 55: 8-11

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